Por la Tierra

Las palabras, el tabaco y el silencio

 

─Ay Héctor Marino, por dio bendito, y vo, y vo que estás haciendo po aquí todavía. Ándate por dio de aquí. No te dejes matar de esos mandingas, cadajo.

─¿Cuál territodio?, ni que cadajos. No ves que esto es tierra de nadie. Aquí estamos metidos en un berenjenal. De todos lados nos disparan.

─¿Cuál paz?, deja tu terquedad hombre.

─Lo único que vos tene, es tu pedazo de vida y tu familia. Coge tu gente y ándate de este infielno. A vo, a vo te necesitamos vivo. Uno de muelto ya no es nadie, nada, ni cenizas, y esta lucha es larga. Ute, ute lo sabe mejo que cualquieda.

─Vo sos un negro guía, por eso es que te andan buscando esos vergajos. Ándate mejo de aquí, te lo suplicamos por dio.

─Héctor Marino, donde vo estés, siempre en tu corazón vibrará la fuerza de Benkos Biohó y Makandal.

─¿Cuál territodio?, sacudite hombre ¡si esto es de ellos, hace rato!, mira ese genterio armado de lado y lado, a esos mandingas del gobierno sólo les interesa su oro y su coca.

─Parale bolas al asunto que, esto es en sedio, mira lo que le hicieron con Ibes, lo aguitaron y lo volvieron papilla sin compasión. Mira como quedamos todos, nos enterraron con él. Aquí nos quieden acaba a todos. Estos gobielnos son sanginadios.

─Y de cacería humana, ¡ay dio mío!, de eso si sabemos nosotros los negros po dio. Ay, si te cotada lo que hemos vivido.

─¿Cúal podítica?, si la podítica del gobielno es acaba con las negritudes y los indios. Desde siempre ha sido así. Yo se po que je digo mijo.

─¿Cuál palabra po dio?, si aquí nunca han honrado la palabra. Para esos bandidos del gobielno, las palabras son peligrosas, por eso nos persiguen y nos matan. Esa es la palabra de ellos, la muelte.

─Nunca olvides los dos apellidos que tene: los Carabalí procedentes del Valle del río Nigeria, que son los mismos cimarrones de todo el Pacifico. Acodarte que el apellido materno que tene, es de la etnia indígena. La madre de tu abuelo cargaba el apellido Charrupí. Mira la foto de la vieja, mírala, una negra con pelo lacio a la cintura, hija de un viejo cholo de las bocas del cocurripi. Ay, ese hombre si era de respeto.

─Mejor dicho, con esos dos apellidos, llevas la tierra de tus ancestros en tu corazón. Así es que hoy mismo te vas de aquí. Todos estamos tamborireando para que te largues de aquí. Cimarrón que se respeeete, no se deja matar de los blancos. Aquí todos estamos enojados, y no queremos llorarte po dio.

─Cuando termine de fuma este pucho de tabaco, no quiero velte mas en este infielno.

─Andate muchacho por dio. Perdete de aquí

─Ahí está tu río Timba, nunca lo olvides muchacho po dio.

Héctor Marino Carabalí Charrupí, durante una hora guardo silencio, mientras el hombre del tabaco, lo masticaba, lo fumaba y lo palabreaba. Héctor Marino Carabalí Charrupí, acató aquellas palabras. No esperó que el tabaco se deshiciera en los dedos del memorioso, y así desapareció, cómo un auténtico cimarrón junto con su familia, defendiendo la vida.

Ciudad de las Palmas, ciudad del delirio, 11 de agosto de 2018